MÉXICO.- La piratería editorial, poco a poco, de manera progresiva y como una enfermedad crónica, atenta contra la cultura nacional. Pero no sólo eso: cuando alguien decide adquirir un libro pirata financia a quienes no respetan el estado de Derecho, coincidieron expertos de la industria editorial.
Al participar en la mesa redonda virtual “Pirateriìa editorial”, que forma parte de las actividades de la XLII Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, Quetzalli de la Concha, gerente Legal y de Derechos de Autor del grupo editorial Penguin Random House, destacó que cuatro de cada diez libros que se consumen en el país son pirata, lo cual coloca a México en el primer lugar en venta de piratería de libro impreso.
Ese fenómeno, tolerado por el público y por las autoridades, ha ido creciendo exponencialmente. Hace 15 años dos de cada diez obras eran pirata; ahora ya son cuatro. Y eso tiene como consecuencia que el dinero por las ventas llega a la delincuencia organizada, y los autores, editores y casas editoriales que dan trabajo a más de 400 mil familias no reciben la remuneración que les corresponde.
Además, como público nos vemos afectados porque vamos matando lentamente a la industria editorial y al mercado legal de literatura en el país, remarcó la experta.
De la Concha aclaró que en este campo existen dos tipos de piratería: la industrial, es decir, de libros impresos que se encuentran en el mercado informal; así como versiones digitales ilegales en sitios pirata de internet.
En el primer caso, redes de la delincuencia organizada hacen tirajes de 20 mil o 30 mil ejemplares, y con ello lavan dinero de otras actividades que llevan a cabo, ya sea tráfico de drogas, armas o personas, así como piratería de medicamentos, tabaco o alcohol.
Los libros que se ofertan en la vía pública o en los tianguis, son pirata. El público lector debe tener claro que no hay ninguna editorial que distribuya al mercado informal, y “para asegurar que no estamos comprando piratería hay que asistir a liberarías formalmente establecidas”, refirió Quetzalli de la Concha.
Añadió que los textos piratas pueden estar mal pegados, faltarles un capítulo, algunas páginas o estar encuadernados al revés, porque al delincuente le tiene sin cuidado la calidad de los ejemplares que vende, aunque de manera superficial parecen originales para engañar al comprador; y tampoco son tan baratos, a lo sumo 20 por ciento menos que un original.
Si compramos en el mercado informal está garantizado que estamos comprando piratería, y al hacerlo el dinero cae “en un sótano donde hay secuestrados, armas y drogas”. Así lo han evidenciado investigaciones a escala nacional e internacional. “Poner nuestro dinero ahí, es un suicidio colectivo”, calificó la expresidenta del Centro Mexicano de Protección y Fomento de los Derechos de Autor.