Las escenas en Afganistán cambiaron poco después de la retirada del ejército estadounidense.

Pasaron dos días tras haberse cumplido el plazo para abandonar territorio afgano por parte de todos los extranjeros.

Ahora se empiezan a difundir las primeras imágenes del país que quedó en manos del Talibán.

Este ahora aborda la tarea de gobernar un territorio donde los habitantes luchan por encontrar una nueva “cotidianidad”… bajo el estricto régimen islámico.

Desde que tomó el poder, el 15 de agosto, y después de una campaña militar cuya rapidez y eficacia sorprendió a Occidente, los fundamentalistas han expresado su intención de apertura y moderación.

Pero tanto afganos como líderes extranjeros temen que se repita el régimen opresor que pusieron en práctica en su anterior gobierno y que fue especialmente represivo con los derechos de las mujeres.

La nueva normalidad en Afganistán

En un primer vistazo a lo que podría ser la nueva normalidad en Afganistán, miembros de la prensa internacional en el lugar reportan que de las 700 mujeres que ejercían el periodismo en 2020, quedan menos de 100.

Reporteros sin Fronteras detalló que algunas incluso fueron golpeadas.

Pero en continuación de las celebraciones por la retirada del Ejército estadounidense, ayer los talibanes realizaron un recorrido con material militar donado por Estados Unidos al anterior gobierno afgano, vencido tras 20 años de guerra.

Los combatientes iban sentados al mando de los camiones que durante las dos décadas de conflicto utilizaron las fuerzas estadounidenses, de la OTAN y afganas.

Al menos un helicóptero Black Hawk sobrevoló la ciudad, lo que hizo pensar que un expiloto del Ejército afgano estaría al mando.

En el aeropuerto de Kabul, donde hasta el lunes se llevaba a cabo una evacuación masiva, solo quedan las pertenencias de civiles y los restos del armamento estadounidense que fueron dejados atrás.

Y sigue la vida para quienes decidieron quedarse en el país.

La gente sale a la calle, están abiertos los hospitales, los comerciantes abren sus locales y tienden los mercados, venden ropa, fruta y especias, también abrieron los talleres de reparación de zapatos. En los bancos hay filas para continuar la vida económica.

Tal como lo ha visto el mundo con las consecuencias de una pandemia que no termina, la guerra (y su aparente fin) no es suficiente para frenar las actividades humanas.

“La gente ya no come fruta. Piensan que hay que ahorrar, porque ya no podrán ganar dinero en el futuro. Tampoco utilizan jabón ni champú”, comenta un comerciante de cosméticos que quebró ante la previsión de los clientes… ahora la prioridad es comprar productos de primera necesidad.

Por editor