El Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) ha sido, por razones obvias, objeto de mucha atención desde su anuncio hasta la inauguración el pasado lunes 21 de marzo. Sin embargo, poco se ha hablado de lo que representa en el diseño de la industria aeroportuaria en el país.

Y es que el AIFA, además de ser una obra importante en sí misma, es la definición de un modelo de desarrollo del país en el que, en vez de contar con un solo gran centro de distribución aérea, como habría sido el NAICM, es una apuesta por el desarrollo de centros regionales estratégicos. Es el caso, por ejemplo, del aeropuerto de Monterrey, que si ya mostraba en los últimos años una expansión importante, ahora con la inauguración de AIFA se consolida como la plataforma más relevante para la región norte de México.

El aeropuerto de Monterrey, hace apenas 11 años, movía 5.5 millones de pasajeros al año; en 2019, el año anterior al inicio de la pandemia, recibió a 11.1 millones de viajeros.

De ahí que desde hace 11años, en el plan estratégico de OMA -del que forma parte este aeropuerto- decidimos destinar 1,878 millones de pesos en el quinquenio 2016-2020 y 7,082 millones de pesos para el desarrollo de una nueva terminal en el quinquenio 2021-2026, de los cuales ya se han invertido más de 1,800 millones de pesos hasta ahora, para la puesta en marcha de un nuevo espacio para líneas aéreas de bajo costo, que se espera en los próximos años puedan movilizar a 16.5 millones de pasajeros  en la fase 2 y que, en términos de carga, puede representar hasta 57,330 toneladas, un 47% más que en 2021.

Esta tendencia se ha visto reforzada, además, por el crecimiento de vuelos internacionales, como el Monterrey-Madrid, que inició operaciones con Aeroméxico en diciembre pasado, luego de 10 años de no contar con vuelos intercontinentales; y, las 32 nuevas rutas post covid al cierre del 2021, destacando las rutas desde Monterrey a San Antonio, McAllen y Harlingen; desde Culiacán a Phoenix y Cancún; así como las rutas de temporada desde destinos turísticos como Mazatlán-Calgary, Mazatlán-San Francisco y Zihuatanejo–San Francisco.

El crecimiento de los vuelos en la región norte del país es de tal dimensión que, incluso, se está desarrollando un nuevo centro de control aéreo regional, cuya obra empezará a finales del 2022. Esa obra también está en manos de OMA y se espera que la primera fase quede terminada a finales del 2024, para ser equipada y operada por el área responsable del gobierno federal del control de espacio aéreo.

Habrá quien señale, por supuesto, que el desarrollo de un hub en la zona centro de país habría tenido efectos económicos para la región; sin embargo, no se debe subestimar el efecto que este modelo, integrado por centros regionales, puede tener en otras zonas de la República Mexicana.

En especial, cuando hay señales del aumento de actividad como muestra la recuperación en el tráfico de pasajeros tras la pandemia al cierre del mes de febrero del 2022, en los aeropuertos de Ciudad Juárez, con +13.1%, Mazatlán con +13% y Durango con +6.7% , que confirman que la recuperación post Covid es clara, que los vuelos -tanto turísticos como de negocios- no solo están de vuelta, sino en franco crecimiento, y que los aeropuertos son al mismo tiempo palanca de desarrollo e indicadores de la potencia económica de una entidad o de una región.

Por supuesto, para conservar e impulsar estos crecimientos es necesario seguir impulsando las nuevas oportunidades que surgen tras la pandemia como es el crecimiento del tráfico transfronterizo, los viajes de placer y eventualmente la recuperación del tráfico de negocios, pero de entrada está claro que el sector está fuerte y que sus mejores años están por venir.

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