Las crónicas de la Conquista sostienen que los antiguos isleños eran dados a las celebraciones deportivas de forma intensiva

Las islas Canarias siempre contaron con el atractivo del deporte antes de la Conquista. Las distintas prácticas lúdicas tradicionales de Canarias pueden ser clasificadas en función de su origen aborigen o posterior a la llegada castellana al archipiélago. El profesor de la ULPGC, Ulises Castro, señala que en aquel periodo los isleños eran dados a la lucha, palo canario, salto del pastor, levantamiento y pulseo de piedras, lanzamiento y esquiva de piedras y salto de vara.

Las crónicas de la época son contundentes. Así, la referencia más importante respecto al salto de vara practicado por los aborígenes canarios es de Abreu y Galindo en 1602 quien dice en relación a los naturales de las islas de Fuerteventura y Lanzarote, dice: “eran muy ligeros en saltar, y era su principal ejercicio. Tomaban dos hombres una vara larga, uno por un cabo y otro por el otro cabo, y alzaban los brazos con la vara, lo más alto que podían; y el que lo saltaba, tenían por más ligero. Y así dos y tres en hilera, y había hombre que los saltaba en tres saltos, sin parar”.

Ulises Castro apunta que si se toma el periodo de la Conquista del Archipiélago Canario corresponde con todo el siglo XV, tomándose como inicio la llegada de Jean de Bethencourt a la isla de Lanzarote en 1402, y finalización, la batalla de La Laguna (Tenerife) en 1496 las crónicas sostienen que los antiguos canarios eran dados a las celebraciones deportivas de forma intensiva. Fray Alonso de Espinosa escribía en 1591 que en esas fiestas deportivas “cada cual demostraba su valor haciendo alarde de sus gracias en saltar, correr, bailar (…), luchar y en las demás cosas que alcanzaban”.

El primer relato por el cuál podemos saber que el juego del palo lo crearon los aborígenes canarios, es un relato que hay en una de las crónicas de Bethencouriana (1402) y hace referencia a los bimbaches o pobladores de la isla de El Hierro “y los hombres llevan grandes lanzas sin hierro”.

Hay también dos referencias por las que se puede deducir el carácter lúdico del juego del palo; la primera es de Antonio Cedeño, un soldado bajo a las órdenes de Juan Rejón en 1478, que dejó escrito que “el día que celebraban la boda, la llevaba a su casa la mujer y hacían grandes comidas y juegos: hacían un general torneo de palillos o varillas pintadas de colorado con sangre de drago“.

Torriani, ingeniero que vino a Canarias para estudiar las fortificaciones, escribió en 1590 que “cuando dos canarios se desafiaban a duelo, iban al lugar señalado para ello, que era una plazoleta alta, que en cada extremo tenía una piedra llana, grande tan sólo cuanto podía mantenerse encima de ella un hombre de pie. Primeramente cada uno de ellos se ponía encima de su piedra, con el bastón llamado magodo y amodeghe. Después bajaban en tierra y se enfrentaban con los magodos, esgrimiendo y buscando cada uno su ventaja“.

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